Aprendí hace poco que agradecer cuando todo está bien es muy sencillo, quizá por tener un trabajo estable, que nosotros y los que queremos están saludables, que tenemos donde vivir, un teléfono inteligente, una pareja amorosa, buenos amigos, internet y muchas cosas que hacen la vida placentera. Sin embargo, la gratitud debe estar presente también en aquello que nos causa dolor y ese es el reto que conlleva un significada mucho mayor, agradecer todas las enseñanzas que los momentos más difíciles de la vida conllevan.
Son esos momentos donde la salud no está al cien y hay mucho dolor (aquí uno de esos momentos), cuando sufrimos reveses económicos, cuando perdemos a un ser querido, cuando fallamos en algo que consideramos de suma importancia... esos momentos donde puede parecer más fácil rendirse, tirar la toalla, dejar atrás nuestras determinaciones, caer en la conmiseración y el victimismo, darnos el permiso de flaquear y dejarnos vencer.
Y es justo ahí donde debe brillar nuestra fortaleza interior, ser conscientes de que somos seres maravillosos y mientras halla aliento de vida en nosotros podemos seguir adelante, porque no hay circunstancia que pueda derrotarnos, porque si recordamos todo lo bueno que está dentro de nosotros, que siempre podemos hacer algo es ese fuego que creímos apagado y podemos reavivar lo que nos dará la luz para vencer a la oscuridad.
Porque aún y si estuviéramos solos, nos tenemos a nosotros mismos y si estamos aquí es por algo y justo cuando más se presenta la oportunidad de flaquear, podemos creer, afrontar, crecer y tomar esta misma oportunidad para ser más fuertes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario