Antes era un súper cinéfilo, aunque no de esos fanáticos hiper ortodoxos que saben casi todo de todo y tienen un paladar exquisito para las cosas, sino de uno de los que disfrutaba desde una película súper palomera hasta una de arte que prácticamente nadie entendía.
Y antes mi rutina era ir al cine por lo menos una o dos veces a la semana, hubo una época donde casi cada tercer día iba, y para mí la gran experiencia era ir, una vez en un concurso de un producto gané un año gratis de cine y me la pasaba mega genial, aun yendo solo, yo entraba acompañado de bagguis, crepas, palomitas, smoothies y papas.
Después ya hubo menos tiempo y presupuesto para todo ello, aún así mantenía una sana asistencia de al menos 12 visitas en 6 meses, por lo tanto imaginarán como me cayó la noticia en este particular año, de que los cines cerraban hasta nuevo aviso, fue bastante duro para mí.
Lo peor fue que justo cuando los reabrieron nadie quiso ir conmigo y pues no había ido hasta hoy, y todo fue como una gran coincidencia, unos amigos estaban de visita en la Ciudad y organizaron todo solo tuve que decir que si quería y aunque pues si es bastante distinto la interacción y hay mucho menos gente disfrute toda la experiencia.
Esto me hace pensar en que muchas cosas que parecen cotidianas un día ya no están disponibles, aquello que dábamos por hecho simplemente un día ya no está y así es la vida, el punto es poder aceptar y disfrutar siempre que podamos, quien sabe si mañana los cines vuelvan a cerrar...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario